domingo, 17 de febrero de 2008

Camino de tiza azul, de Toni Algaba

Existe un camino dibujado hace muchas lluvias con tiza azul en el suelo. Muchos han salido a seguirlo. De ellos, algunos lo recorrieron sólo un trecho y otros continúan andándolo sin llegar a devorarlo por completo. Todos aseguran no haberse perdido. Ninguno de ellos sabe cuánto les queda por recorrer, ni hacia donde les lleva ese finísimo rastro de tiza que cada uno de ellos asegura ser el único que lo percibe con nitidad entre el polvo que acumulan los caminos.
Son los peregrinos. Sin quererlo han construido una leyenda. La gente no para de hablar de ellos. Al principio solo eran bromas, chistes, menosprecio sobre esos culos inquietos que no acertaban a encontrar asiento. Luego se convirtió en moda. Hoy, quizás, sea ya culto. Pero cada vez son más los que deambulan, migran siguiendo un finísimo trazo de tiza que dibuja un camino.
Nada se conoce de la mano que agarro la tiza. Ninguna noticia de la forma que dibuja el sendero: si se bifurca, se enreda o se retuerce. Ninguna cartografía ha sido levantada. Nadie se atrevió a dibujarlo.
Algunos caminantes recorren un trecho juntos, hasta que leen señales distintas y bifurcan un trayecto que todos creen único. Nadie conoce donde se inicia el camino, mucho menos si llega a algún sitio. En cualquier punto los hombres abandonan sus quehaceres e inician su marcha.
El problema es inminente. Quizás todos se vuelvan nómadas para perjuicio esta sociedad congelada. Pero muchos regresan al poco trecho, son la única esperanza, son los arrepentidos. Cientos salen cada día para regresar a casa durante la misma jornada. Los menos desaparecen para no regresar jamás.
Unos cuantos manifiestan que han llegado, sentándose sobre cualquier piedra del camino. A éstos, el resto de los peregrinos los miran con desprecio, los tratan como herejes, les vuelven la mirada y les dan la espalda.
Sobre los pasos de estos itinerantes, puedes tejerte la opinión que tú quieras. Sólo sobre una cosa podremos estar todos de acuerdo: cada uno de sus caminos los movió, los mueve de sitio.
Sólo una cosa es cierta: existe un camino dibujado en el suelo con una tiza azul, que se refleja en el cielo las noches frías de invierno, que no cansa los pies, y te lleva a donde tú estés.

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