sábado, 23 de febrero de 2008

En la ciudad de Silvia, Toni

Miles de bellas imágenes impactan sucesivamente en la retina del hombre desarmado mientras deambula. En cualquier trayecto, por mínimo que sea, es bombardeado por demasiada belleza. Cientos, miles de mujeres bellas se cruzan en su camino, y su cerebro se enfrenta, a cada paso, a innumerables probabilidades, su imaginación, a un sinfín de ensueños, y sus ojos, quizás, choquen con un par de sonrientes miradas.
Ante tal sobreabundancia de belleza, el cerebro se colapsa. No sirve el instinto atávico que duerme dentro, un animal ya viejo y domesticado en exceso. Al caminante, en la ciudad de Silvia, no le queda más que elegir, depositar, contra natura, en una sola mujer todas sus esperanzas. Equivocada, estúpidamente, descarta el resto, no diversifica su apuesta, se juega todo a un solo número, arde, quema toda la leña para llamar la atención de un único par de ojos. Es este milagro, fuera de toda lógica, el que permite al sencillo peatón asustado crear el Amor: evitar la multitud, refugiarme en ti.
Homenaje a Guerín

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