lunes, 25 de febrero de 2008

La carrera hacia lo peor

Así llaman los observadores a esa loca competición en la que entraron los estados cuando empezaron a hablar de globalización y a hacer competir a sus normas nacionales entre sí. En ese instante, se empezaron a reducir los derechos de los trabajadores y el discurso de los poderosos empezó a repetir machaconamente que lo único que se podía salvar era el mínimo común denominador, que se debía competir con los que menos tenían, que el trabajador debería elegir entre tener unas condiciones tercermundistas o bien no tener ningún empleo. Desde ese momento las recompensas por el continuo aumento de la productividad excluyen a la mano de obra. Los trabajadores de todo el mundo son cada vez más productivos, pero las recompensas fluyen hacia los altos directivos, los accionistas, los propietarios de los conocimientos y el capital. Las diferencias sociales son cada vez más abismales. Desde entonces el trabajo no garantiza la dignidad. Cada día hay más pobres pluriempleados que no pueden garantizar a sus hijos una vivienda digna, una buena educación, risas y juegos. Hoy un informe de la UE denuncia que en España los niños aplastados bajo el umbral de la pobreza son el 24%, cosa terrible en un país donde el desempleo es poco más del 8%. Devaluado veo el sudor de tu frente, sino alcanza a pagar tu sustento. Corramos hacia cualquier otro lado. Es posible.
(imposible sin El Informe Lugano, de Susan George)

No hay comentarios: