martes, 3 de abril de 2018

Delito de discrepancia

Todo puede ser delito. La historia lo demuestra. Ha sido delito ser homosexual, ser negro y casarse con una pareja blanca, ser judío y pasear sin una estrella que te identificase, practicar sexo con tu cónyuge por la puerta de atrás, contestar la opinión del monarca.
Los estados absolutistas, las dictaduras y ahora las democracias de postureo tienen una gran imaginación para construir las bases jurídicas de nuevos delitos y recortar tanto la libertad de sus ciudadanos (o tendríamos que decir súbditos), como limitar y limitar la capacidad de la población de protestar, discrepar o soñar.
No en todos los lugares las mismas cosas son delito. En algunos países lucir una esvástica constituye delito, loar la figura de un dictador también. En otros se financia con dinero público la Fundación Francisco Franco.
En España, la Ley de seguridad ciudadana de 2015 o Ley Mordaza, aprobada con los votos del PP y UPN, ya convirtió en delito la participación en manifestaciones no aprobadas por las autoridades, filmar a la policía en el ejercicio de su trabajo, escalar edificios sin permiso para desplegar pancartas, o desobedecer o resistir a la autoridad para impedir, por ejemplo, un desahucio.
Ahora, el Gobierno apoyado por los partidos políticos de la oposición estancados en el orden postdictatorial de la Constitución del 76 quieren dibujar un nuevo delito para frenar la protestas de los nacionalistas catalanes: sedición para los CDR que día tras día imaginan formas pacíficas de protesta para evitar que la opresión silencie y sepulte el grito de sus justas reivindicaciones, malversación para los que cortan las autopistas; quizás desobediencia y rebelión para los que secunden una huelga general.
¿Quién puede extrañarse? Es un comportamiento absolutamente previsible para los que ya han amenazado de inhabilitar a todos aquellos dirigentes que, ganando limpiamente las elecciones, pretendan gobernar pensando lo que ha sido declarado inconveniente.
Los políticos del estado huxleysiano tienen la máquina de la postverdad sobrecalentada: Ahora quieren introducir en nuestras mentes que los pacíficos Comités de Defensa de la República, CDR, son violentos grupos de violencia urbana. Mañana los abuelos que bailan sardanas quizás serán perseguidos; sólo sería necesario tejer un absurdo relato para justificar que la suya es una conducta inadecuada que pone en peligro la paz pública y buscan subvertir el orden constitucional.
El siguiente paso en su demente escalada es decretar el delito de discrepancia y perseguir a todos aquellos que no comulguen bajo la rueda de su molino. Y, por tanto, aquel, que a pesar de toda la violencia que está ejerciendo el Estado opresor contra el divergente, se empecine en seguir pensando libremente y defender que otros puedan hacerlo, terminará siendo detenido de madrugada en las narices del silencio cómplice de sus psoecinos
¡Cuidado! porque quemar brujas es como comer pipas, cuando el absolutismo hace pop ya no hay stop, y todos los divergentes, lo seamos por hache o por be, nos volvemos canarios.

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